martes, 15 de abril de 2014

Florofobia.

Desde hace tiempo me he dado cuenta de que las margaritas han empezado a crecer alrededor de mis pies, haciéndome cosquillas entre los dedos, burlándose de las lágrimas que iban rodando por mi rostro.
Como enredaderas subían y subían recorriendo el camino de unas piernas, atándolas, haciendo un vestido con sus pétalos.
Tal vez algún día llegaran hasta mi cuello y tratasen de asfixiarme pero hasta entonces sólo buscaban que alguien las deshojara contando los pasos para encontrar el amor. Tan solo querían servir por primera vez de celestina que no acabase en fracaso, porque ellas son conscientes de equivocarse a veces, pero nosotros nos esforzamos en provocarlo.

Se arraigaron decidiendo que no volverían a moverse, que debía encontrar el "Sí, me quiere"

Así que una a una empecé a arrancarlas, mientras la mecánica se apoderaba de mi.

No me quiere.
Me quiere.
No me quiere.
Me quiere.
No me quiere.
Me quiere.

Y el azar me envolvió desde entonces.
Mi casa revuelta y el corazón patas arriba, intentando buscar un antídoto eficaz al crecimiento descontrolado de margaritas salvajes, mientras mi cabeza, adornada por mil de ellas cayendo por una cascada dorada, se aventuraba a un precipicio de sentimientos sin nombre.

Hoy los tallos han cumplido, y, ceñidos a cada parte de mi cuerpo, impiden que vuelva a moverme. Me recuerdan que perdí el tiempo deshojando margaritas en vez de buscarte y decir lo que esperaba escuchar de una flor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario