miércoles, 18 de mayo de 2016

Mi apocalipsis.

Vuelven los demonios, y vuelan.
Esta vez vuelan sobre mi cabeza que cubren de nubes negras.
Luces incandescentes que de rojo sangre se tiñen.
La Gracia ya había sido negada incontables veces. Negada y aún así, ateos desollaban sus rodillas por continuar rezando pues como un juego de niños el suelo parece de lava, y arde, y quema recuerdos a la par que sentimientos de amantes rezagados.
No hay ángeles que me salven desde que sé que el favorito de Dios es el príncipe del infierno.

miércoles, 20 de mayo de 2015

Nieve de verano.

Solo pedí que las cosas no se moviesen de sitio, que el polvo ya se había asentado y me acostumbré a su presencia.
Pedí que las primaveras siguiesen floreciendo y las mariposas continuasen muertas en el estómago.
No quería más que sentarme cada día para mirar fijamente el horizonte y a alguien me acompañase, entendiese mi silencio y no lo quebrase con palabras innecesarias.

Quería ser yo sin nadie que me contaminase.

Quería caminar descalza, levantarme y mirarme en el espejo con el pelo revuelto y las ojeras bien marcadas.
No necesitaba detalles, ni flores, ni amor.
Eso no era para mí.

Y llegaste, respetaste mis decisiones, y esperaste.

Te sentaste y miraste el horizonte con un silencio tan perfecto que ni el mismo John Cage habría conseguido reproducirlo.
Me hipnotizó.
También lo hizo tu forma tan similar de hacer las cosas y tus manías.

Entonces lo hice, me enamoré.

Tenías que esperar, y esperaste para romper mis esquemas, y nevó aquel verano a veintinueve grados.

lunes, 2 de marzo de 2015

Autodestrucción

Ella era una de esas personas. De las que con solo mirar a los ojos te enamora, y estaba tan rota que quise tomarme como un reto juntar las piezas, jugando a hacer de su corazón un puzzle.
Sus labios llenos de besos de extraños, besos que los dejaban más vacíos para que buscasen hogar en ellos otros labios nuevos.

Su cuerpo, recipiente de un alma desarraigada se volvía pálido cada día que pasaba, dejándose morir, alimentándose de su propio olvido. Porque nada la ataba al mundo, ni tenía nada que perder cuando ya lo había perdido todo.

Y sin embargo yo la amé, y quiero pensar que alguna vez me quiso aunque no pudiese quererse siquiera a sí misma. Quiero pensar que alguna vez me besó ella y no sus ansias de encontrar remiendos para su vida.
Era su propia bomba esperando detonar, y las personas autodestructivas acaban destruyendo a todo aquel que intenta acercarse.

Pero mi vida también estaba rota, y quizá fui yo quien cortó el cable rojo.

jueves, 11 de septiembre de 2014

Las constelaciones de cada beso.

Creo que he olvidado cómo se contaban las estrellas desde que no lo hacemos juntos, y es que dicen que no se utiliza la misma técnica si lo haces solo.
También he olvidado lo fría que estaba la hierba por las noches y lo poco que nos importaba al tumbarnos en ella, al igual que he olvidado el tacto de tus labios.


Pero puedo recordar que sabían a amaneceres, y resultaba irónico sentir el calor del Sol mientras la Luna nos alumbraba. 
Estaban llenos de las mismas estrellas que observaban desde el cielo y jugábamos a encontrar constelaciones entre cada beso.


Ya no sé a qué sonaba tu nombre cuando lo pronunciaba, aunque algunas noches cuando parece que duermo, lo susurro en silencio, así como en un ritual es busca invocar en el lado derecho de la cama el calor de tu cuerpo. 


Desde que te has ido, nadie ha sido más importante de lo que soy yo para mi, pero sigo guardándote dentro, y así tomar la misma importancia juntos ya que estamos lejos.


Podría haber durado más, pero comenzaría a amontonarse la monotonía, y tú odiabas repetir las cosas que no sucedían. 


No recuerdo haber amado a nadie antes.
Tampoco tuve intención de volver a hacerlo.

martes, 9 de septiembre de 2014

Droga de diseño.

Fuiste cómo una droga, y yo, que siempre había estado en desacuerdo con los drogadictos, caí en tu veneno.
Pero cómo no hacerse adicto a ti, si inyectabas en mí esa dosis de adrenalina que necesitaba.

Pasaban los días y mi aspecto demacrado temía reflejarse en el espejo, por eso me devolvía una forma distinta a la real, para que pudiese seguir enganchado a ti y a tus besos.
Olvidé hasta mi nombre cuando mis labios ya sólo pronunciaban el tuyo, y creaste en mi la dependencia de tus brazos, que volaban cada noche hacia un nido diferente.

Todo ese tiempo lo supe, pero quizá no quería verlo.
Perdí todo lo que tenía por tenerte cerca cuando tú siempre habías estado demasiado lejos.




No fuiste más que una ilusión.
El efecto secundario de una droga de diseño.

viernes, 13 de junio de 2014

Vicios de una noche.

Tenías el pelo recogido en una cinta, y tú, encinta de tus problemas.
Ahogabas tus penas en alcohol barato, de ese tan aguado que venden en las discotecas. Besabas la nicotina dejando en el filtro un rastro rosado, como una marca de identidad propia.
Me acerqué para decir solamente que el alcohol quemaba, y tú, sin levantar la vista de la copa susurraste que también desinfecta las heridas.
Tu voz a medio camino de la nostalgia se agarraba con fuerza a mis palabras, para que no la dejase de nuevo encerrada en la cárcel de tus pulmones, y me senté, pidiendo una copa de whisky importado.

Seguía siendo un misterio tu mirada, pero la noté triste. Tan triste que apagaba las luces de la sala y colocaba el disco de baladas más oscuras en el reproductor.
No dejaste de fumar ni un sólo segundo.
No dejaste de hacerlo siquiera cuando me acerqué para besarte y tus dedos recorrieron mis labios negándome la entrada a tu cuerpo.

'Debe ser una vida dura. La de ser poeta, me refiero'. A penas hablaste en toda la noche y lo hiciste para confundirme con alguien importante. 'Cúrame, poeta, pues dicen que tenéis el corazón más roto que el resto de mortales, y prestáis pedazos a las personas que se sienten identificadas con vuestros versos'.
Pero yo no era poeta.
Aún así, recité un poema que había leído en la sección de dedicatorias de una revista el día anterior, y me miraste.

Parecía que seguía hablando, pero me había perdido en los dos pozos negros que adornaban tu rostro. Pasé la noche mirándote mientras tú recitabas a Machado, Neruda y Espronceda. Contemplando cada parte de tu cuerpo, cada esquina que me gustaría besar.

Te marchaste entonces, dejando un número de teléfono falso apuntado en el dorso de mi mano y una frase en mis labios al besarme. 'Los vicios de una noche se apagan luchando contra el insomnio, recostándome en tu olvido'.



































Y no pasó.
Aún no te olvido.

martes, 3 de junio de 2014

El odio me hace más fuerte.

Ni siquiera puedo recordarte
Pero sé que vives dentro de mi.
Eres un monstruo aunque no estés bajo mi cama.
Créeme lo he comprobado.
Para ver si habías vuelto, y borrar el hueco de
lo
que
te
llevaste.

Desde aquí puedo ver tu sed de sangre.

Sangre de un corazón que se marchita gota a gota.
Que no ha dejado de pensar en ti desde que te has ido.

¡BASTA!

Puedo ver como se quedan en silencio las horas,
y las agujas tienen miedo de seguir hacia adelante.
Mira lo que has hecho.
Tuya es la culpa, mío el olvido.

Seguir cargando cada día con palabras que no dijiste,
que se convierten en vacíos como el que queda en mi pecho.

No, no es frío, es la NADA.
La nada que se extiende hasta que arrasa.
No es una coraza.
Pues no puedes proteger lo que no existe.
Como tú.

Tú jamás has existido.
Eres una imagen que yo he creado.
Entonces, ¿por qué no desapareces si cierro los ojos?

¡FUERA!

Creo que no quiero volver a verte.
Tú, amor, me hiciste eterna, pero el odio...
El odio me hace más fuerte.