miércoles, 20 de mayo de 2015

Nieve de verano.

Solo pedí que las cosas no se moviesen de sitio, que el polvo ya se había asentado y me acostumbré a su presencia.
Pedí que las primaveras siguiesen floreciendo y las mariposas continuasen muertas en el estómago.
No quería más que sentarme cada día para mirar fijamente el horizonte y a alguien me acompañase, entendiese mi silencio y no lo quebrase con palabras innecesarias.

Quería ser yo sin nadie que me contaminase.

Quería caminar descalza, levantarme y mirarme en el espejo con el pelo revuelto y las ojeras bien marcadas.
No necesitaba detalles, ni flores, ni amor.
Eso no era para mí.

Y llegaste, respetaste mis decisiones, y esperaste.

Te sentaste y miraste el horizonte con un silencio tan perfecto que ni el mismo John Cage habría conseguido reproducirlo.
Me hipnotizó.
También lo hizo tu forma tan similar de hacer las cosas y tus manías.

Entonces lo hice, me enamoré.

Tenías que esperar, y esperaste para romper mis esquemas, y nevó aquel verano a veintinueve grados.

lunes, 2 de marzo de 2015

Autodestrucción

Ella era una de esas personas. De las que con solo mirar a los ojos te enamora, y estaba tan rota que quise tomarme como un reto juntar las piezas, jugando a hacer de su corazón un puzzle.
Sus labios llenos de besos de extraños, besos que los dejaban más vacíos para que buscasen hogar en ellos otros labios nuevos.

Su cuerpo, recipiente de un alma desarraigada se volvía pálido cada día que pasaba, dejándose morir, alimentándose de su propio olvido. Porque nada la ataba al mundo, ni tenía nada que perder cuando ya lo había perdido todo.

Y sin embargo yo la amé, y quiero pensar que alguna vez me quiso aunque no pudiese quererse siquiera a sí misma. Quiero pensar que alguna vez me besó ella y no sus ansias de encontrar remiendos para su vida.
Era su propia bomba esperando detonar, y las personas autodestructivas acaban destruyendo a todo aquel que intenta acercarse.

Pero mi vida también estaba rota, y quizá fui yo quien cortó el cable rojo.