viernes, 13 de junio de 2014

Vicios de una noche.

Tenías el pelo recogido en una cinta, y tú, encinta de tus problemas.
Ahogabas tus penas en alcohol barato, de ese tan aguado que venden en las discotecas. Besabas la nicotina dejando en el filtro un rastro rosado, como una marca de identidad propia.
Me acerqué para decir solamente que el alcohol quemaba, y tú, sin levantar la vista de la copa susurraste que también desinfecta las heridas.
Tu voz a medio camino de la nostalgia se agarraba con fuerza a mis palabras, para que no la dejase de nuevo encerrada en la cárcel de tus pulmones, y me senté, pidiendo una copa de whisky importado.

Seguía siendo un misterio tu mirada, pero la noté triste. Tan triste que apagaba las luces de la sala y colocaba el disco de baladas más oscuras en el reproductor.
No dejaste de fumar ni un sólo segundo.
No dejaste de hacerlo siquiera cuando me acerqué para besarte y tus dedos recorrieron mis labios negándome la entrada a tu cuerpo.

'Debe ser una vida dura. La de ser poeta, me refiero'. A penas hablaste en toda la noche y lo hiciste para confundirme con alguien importante. 'Cúrame, poeta, pues dicen que tenéis el corazón más roto que el resto de mortales, y prestáis pedazos a las personas que se sienten identificadas con vuestros versos'.
Pero yo no era poeta.
Aún así, recité un poema que había leído en la sección de dedicatorias de una revista el día anterior, y me miraste.

Parecía que seguía hablando, pero me había perdido en los dos pozos negros que adornaban tu rostro. Pasé la noche mirándote mientras tú recitabas a Machado, Neruda y Espronceda. Contemplando cada parte de tu cuerpo, cada esquina que me gustaría besar.

Te marchaste entonces, dejando un número de teléfono falso apuntado en el dorso de mi mano y una frase en mis labios al besarme. 'Los vicios de una noche se apagan luchando contra el insomnio, recostándome en tu olvido'.



































Y no pasó.
Aún no te olvido.

martes, 3 de junio de 2014

El odio me hace más fuerte.

Ni siquiera puedo recordarte
Pero sé que vives dentro de mi.
Eres un monstruo aunque no estés bajo mi cama.
Créeme lo he comprobado.
Para ver si habías vuelto, y borrar el hueco de
lo
que
te
llevaste.

Desde aquí puedo ver tu sed de sangre.

Sangre de un corazón que se marchita gota a gota.
Que no ha dejado de pensar en ti desde que te has ido.

¡BASTA!

Puedo ver como se quedan en silencio las horas,
y las agujas tienen miedo de seguir hacia adelante.
Mira lo que has hecho.
Tuya es la culpa, mío el olvido.

Seguir cargando cada día con palabras que no dijiste,
que se convierten en vacíos como el que queda en mi pecho.

No, no es frío, es la NADA.
La nada que se extiende hasta que arrasa.
No es una coraza.
Pues no puedes proteger lo que no existe.
Como tú.

Tú jamás has existido.
Eres una imagen que yo he creado.
Entonces, ¿por qué no desapareces si cierro los ojos?

¡FUERA!

Creo que no quiero volver a verte.
Tú, amor, me hiciste eterna, pero el odio...
El odio me hace más fuerte.