miércoles, 21 de mayo de 2014

Kamikaze por naturaleza.

Girabas, tantas veces que empezabas por un final inacabado, como en tantas ocasiones. Y mientras no acabes, el error se repetirá y seguirá siendo el mismo. Uno tras otro, recordando al anterior por si acaso o lo has olvidado.

Repetir uno por uno, como un kamikaze que se lanza contra una pared que sabe que estará ahí, que siempre lo ha estado y que no va a dejar de estar.

Y al principio la pared se rompía, y podías seguir caminando hacia adelante, pero, con cada golpe, se refuerza y cuesta más romperla, hasta el punto que no puede traspasarse, haciendo que te veas en el suelo, derrotado, sin camino en el frente y con otra pared de un mayor grosor.
Así que esquivas la anterior y te lanzas a la siguiente, sin poder superarla, con heridas mayores y cargando con no haber podido romper ninguna.
Vas pasando, pared tras pared sin parar para ver si con un martillo en vez de con el propio cuerpo puedes romper todo lo que has dejado atrás.



Tal vez el ser humano sea kamikaze por naturaleza, y no pueda vivir sin esos golpes.

lunes, 12 de mayo de 2014

Desiertos donde las flores crecen.

Creo que a pesar de haber formado una coraza, un muro interno que me ayudase a no pensar que podíamos llegar a algún sitio, a pesar de haber lanzado piedras al río o desear a las estrellas fugaces que no sintiera de nuevo nada por ti, esta vez también llegué a creerte.
Llegué a creer que los castillos se levantan con piedras de aire y no se derrumban nunca. También creí en los amaneceres infinitos, en los atardeceres que no llegan y que una simple palabra bastaba para hacer cambiar el color de un simple día.
Y quizá por un tiempo fuese cierto que existían y que yo era capaz de tocarlos con mis dedos cada vez que recorría tu espalda.

El amor que llega en forma de vendaval tal vez sea el peor. Es ese que te arrasa por dentro y descoloca toda tu vida sin darte cuenta de que un día tendrás que colocarla de nuevo, porque crees que ese día no llega, que es tan lejano como lo que crees que no llegará a hacerte alguien, y en ambos casos, está más cerca de lo que piensas.

Echar de menos quizá sea algo como lo que siento ahora, un hueco vacío que no puede llenar el humo del último cigarro que me queda, ni las palabras que intentas decir para convencerme.

No busco que me mientas de nuevo.













Saldré a la calle y miraré a la chica de la casa de enfrente a los ojos y sonreiré con la sonrisa más hermosa que pueda sacar. ¿Has visto el ramo de flores que venden en la esquina? Serán suyas.

Porque puedo llegar a inundarme de nuevo, para que no haya agujeros.
Se convertirán en desiertos. Desiertos donde las flores crecen.