Cada momento se parecía a cuando me baja del tren y te abrazaba. Con la ligera diferencia de que ahora, sólo el aire respondía mi abrazo. Y tú seguías esperando en estaciones, pero siempre en aquellas en las que yo no me bajaba.
Huíamos de la sombra del otro, cobardes que no se atreven a dar la cara y admitir que se echan de menos.
Hoy volveré a bajar en la parada donde rocé tus manos por primera vez, hoy, intentaré recordarme a mi misma por qué sigo buscándote después de tantos recorridos en vías que no me han llevado nunca a ningún sitio.
Hoy, sólo espero que no vuelvas a confundirte de estación y me esperes, en el banco de la derecha con las ilusiones recién vestidas y una sonrisa apagada, cansada de seguir viviendo y gritando que alguien pueda rescatarte.
Sólo espero ser yo quién te abrace.
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